10 de marzo de 2011

Mi depiladora, la brasilera y yo

Así es mis queridos, me hago la brasilera.
Empezó como algo por mera curiosidad, y como regalo para Pepo cuando cumplimos 9 meses juntos (era para poder hacerle un striptease usando... bueno, casi nada de nada), y después se transformó en algo de rutina. No pude dejar de depilarme todo, se sentía mejor sobre todo cuando hace tanto calor.
Y bueno, a Pepo nunca dejó de gustarle, claro.


Lalo siempre me pide que le muestre cómo se ve porque claro, como es hombre y gay, es muy poco probable que alguna vez pueda ver una... (no sé qué eufemismo usar aquí, pero entienden la idea) sobre todo una completamente descubierta. Pero creo que si el sexo entre dos amigos heterosexuales es lo que arruina la amistad, quizás lo que la arruina entre una mujer hetero y un hombre gay sea el que uno de los dos le muestre al otro sus partes.
Cuando se lo expuse a Lalo, el tema quedó cerrado... por lo menos hasta que volví a depilarme.


Me parece importante serle fiel a la gente en la vida. No solamente a tu pololo, a tu esposo, a tu perro o a tus hijos. Si no también a la señora que te vende el café en la mañana, a tu ginecólogo, al caballero te vende 5 mandarinas y te cobra 4, y a la gente que siempre te encuentras en al tarde cuando vuelves TODOS los días del trabajo o de la U.
Y por supuesto: a tu depiladora.


La mujer no sólo va a escucharte todas tus copuchas (es más fácil hablarle porque no conoce a la gente de quiénes le hablas), si no que, en casos como el mío, llega a lugares a los que ni siquiera llega mi ginecólogo.
Y cambiar de depiladora, puede ser... no traumático, pero es realmente una lata. Es peor que cambiar de pololo, porque tienes que acostumbrarte a una mano nueva, a cómo se maneja la cera y a si es de las que te escucha a hablar con más paciencia que psicólogo (mientras maneja cera MUY caliente), o si te interrumpe cada 5 segundos para contarte algo de ella.
La mía se llama Inge, y es de las que escucha pacientemente. Pero claramente le doy espacio para que me cuente de su vida (es lo justo, la mujer tiene que estar mirando mi entrepierna y más allá) y por lo general en una hora ya estoy más que lista.


Le he sido fiel desde hace MUCHO, y pretendo que siga siendo así.

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