3 de febrero de 2011

Gimnasio


Vestirse para ir al gimnasio, no es la gran cosa.
O por lo menos no es nada especial si tienes un pololo (las solteras se pintan, arreglan y prácticamente compran ropa especialmente para realzar atributos en esperanzas de conocer a alguien mientras sudan... o eso me han dicho)

Yo en cambio me pongo una polera sin mangas, mi fiel sostén deportivo (que después de cinco años poco ayuda a sostener), y pantalones elasticados que no se ciñen a nada de mi cuerpo, y las primeras zapatillas deportivas que saco cuando meto la mano al clóset (tengo 3 pares sin contar las especialmente diseñadas para caminar y las de Dance)

Sería.
Y aún así, recibí silbidos, piropos y dos gallos X vieron que soy nueva en el Gimnasio y se ofrecieron a hacerme un tour o incluso ayudarme a "trabajar mi cuerpo" (¿quién dice esas cosas?)

Se me había olvidado cómo eran las cosas cuando vas pasando por la calle.
Supongo que 10 meses de pega te hacen eso.
A ratos me siento como alguien que estuvo 10 meses en la cárcel y está recién empezando a re-descubrir el mundo.
Y dándose cuenta de las cosas horribles que hay en las calles... y las horribles personas que hay en los gimnasios.

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